jueves, 4 de noviembre de 2004

LA CAMPAÑA POR LAS SEIS HORAS

Un planteo kirchnerista

Un conjunto de organizaciones y dirigentes provenientes del MAS, PTS, PC, MST, con el acompañamiento de una fracción del cuerpo de delegados de Metrovías, ha dado a conocer una Declaración constitutiva de lo que llaman “Movimiento por la reducción de la jornada laboral a seis horas y aumento general de salarios”.

Es, sin exageración alguna, un documento kirchnerista. El lector puede comprobarlo con sus propios ojos, yendo al www.metrodelegados.com.ar. En sus más de 7.000 espacios no se encontrará ninguna condena del gobierno o de su estrategia: la reconstrucción de la burguesía nacional y el acuerdo con el imperialismo.

La expresión siguiente es la medida de la Declaración: “Bajo la presión del FMI, los bonistas y el G7, las Corporaciones internacionales y los grandes grupos económicos locales, el gobierno nacional no establece un programa que tenga como prioridad resolver los problemas más angustiantes de los trabajadores”. Es decir, bajo los pliegues del gobierno que anida en la Casa Rosada podría estar madurando una alternativa “nacional y popular”. Es lo que plantea la llamada izquierda “transversal”.

“Establecer” un programa cuya “prioridad” sea resolver los problemas de la clase obrera y el pueblo no corresponde a la naturaleza del gobierno, que se ha trazado el objetivo de reconstruir el capitalismo (y el Estado) a expensas de los trabajadores y las clases populares. La posibilidad que admite la Declaración no se corresponde con un gobierno que, junto con su predecesor Duhalde, ha impuesto el mayor ajuste fiscal desde la crisis de 1890 por medio de la devaluación y el congelamiento relativo de los salarios. Una política que ha hecho intervenir al Estado como pocas veces en la historia para mantener un nivel extraordinario de confiscación al pueblo a fin de pagar la deuda pública y promover los negocios de los capitalistas locales. Este rescate del Estado y la burguesía nacional a costa de las masas prepara el escenario de una próxima rebelión popular.

Los autores de la Declaración debaten sobre si la campaña debe girar en torno a una o cinco consignas, lo que es absolutamente irrelevante si se aprecia el carácter del planteo que encubre el reclamo por las seis horas.

¿“Política de empleo”?

Textualmente dice la Declaración: “En torno a esta propuesta se puede articular una política de empleo”. Frente a la desocupación masiva, ¿los trabajadores deben explicarle al capital los métodos para resolver el empleo, o, en cambio, desenvolver la lucha de clases para arrancar sus reclamos? La declaración quiere una salida legislativa y oficial. Este planteo se parece como dos gotas de agua al de la CTA para que el Estado “redistribuya los ingresos”.

La Declaración señala que “durante el primer año del gobierno Kirchner la economía creció fuertemente” y “sin embargo (sic), la desocupación se mantiene en el orden del 20%”. Al revés: la economía creció gracias a la desocupación y a la reducción salarial. ¿Para que está el gobierno capitalista si no es para consumar el extraordinario aumento de la explotación que surge de ésta y otras cifras? (Con el mismo número de obreros se acrecentó un 20% la producción industrial, contra salarios que pueden comprar un tercio menos de bienes que tres años atrás.) Ninguna paradoja. El gobierno K asegura este proceso capitalista de reactivación con la enorme devaluación, el congelamiento y el agravamiento del infierno laboral.

¿Y la reforma laboral?

Una expresión desnuda por sí sola el carácter del planteamiento: “En esta etapa el capital, a la par que excluye de la producción y el consumo a millones de trabajadores, a los que continúan trabajando los somete a la superexplotación”. ¿”El capital”? Los mentores de la campaña por las seis horas no dicen que el gobierno es responsable de la reforma laboral Banelco II que preservó, para “el capital”, el edificio íntegro de la flexibilidad laboral montado en los últimos veinte años. (Esto es una prueba, por otra parte, del carácter omnipresente de la CTA en la convocatoria. La CTA fue virtual firmante de la reforma laboral del gobierno K y propugna en Metrovías la “libertad sindical” que, en el subte, identifica a la corriente partidaria de montar un sindicato de la CTA paralelo a la UTA.)

De todos modos, el documento no traza ningún tipo de delimitación con la burocracia sindical que hoy está enfeudada en un 90% al gobierno, lo que podría llevar a suponer que la lucha por la reducción de la jornada laboral podría progresar de la mano de Hugo Moyano y Víctor De Gennaro.

Los jueces y el trabajo en negro

El desbarranque de la Declaración es homogéneo. No hay punto que pueda ser rescatado de la catástrofe conceptual y política. Plantea “denunciar la judicialización de la protesta social” cuando es el gobierno, que ha puesto en marcha todos los resortes camarillescos del Estado para enjuiciar a piqueteros y luchadores, el responsable de la represión, y no solamente los jueces. El esfuerzo que ponen en la adaptación política a los capitalistas es tal que los 350 pesos que se reclaman como asignación por los planes son definidos “como un piso para el salario de los trabajadores en negro”, que es lo que ha hecho la patronal.

Por esta razón, la campaña por las seis horas parida en el Bauen es un fuego de artificio armado por un conjunto de corrientes cuyo punto de encuentro es destruir el agrupamiento reivindicativo y político contenido en la Asamblea Nacional de Trabajadores (ANT).

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