jueves, 31 de octubre de 2002

Paro, paro, paro, paro nacional

Este grito atronador de los obreros de subtes marcó a fuego la conferencia de prensa del día 10 de octubre, en la Legislatura. Un dirigente de la Uta, allí presente, balbuceó la "histórica" respuesta de la burocracia sindical: "No descartamos ninguna medida".
El paro nacional nunca llegó: lo más que hubo fueron dos raquíticas movilizaciones de aparato.
Pero los trabajadores de subtes llegaron infinitamente más lejos.
El 22, estaba preparado el acuerdo de la Alianza para no insistir en las seis horas, estaba anudado el voto del PJ para archivar la ley (por eso cerró filas para impedir el ingreso de los obreros) y estaba abrochado el acuerdo con la Uta, que no movilizó.
Pero la combatividad de los activistas que pugnaron por entrar al recinto, y más tarde la huelga general de los obreros, echaron por tierra todo. Ante el salvajismo policial que pudo cobrar una vida, se produjo una de esas lecciones que la clase obrera brinda cuando se abre paso el clasismo en sus organizaciones.
En menos de un minuto, subido en andas, un delegado, Carlos Pérez, proclamó el paro general; cuando alguien pidió "que se vote", se levantaron decenas de manos. Estaba declarada la huelga general, pero lejos de los túneles donde los trabajadores ignoraban lo que ocurría. Se ausentaron los delegados de línea, quedaron los de talleres: en media hora estaban paradas las cinco líneas que agrupan a 1.600 trabajadores.
La Uta había dicho: "dentro de la ley todo, fuera de la ley nada", "acatamos la conciliación", es decir al Estado capitalista, actuante como instrumento de Benito Roggio, de Ibarra y de la Alianza a favor de la flexibilidad laboral.
El paro general como broche de la enorme movilización previa transformó en un inmenso triunfo clasista esta primera etapa de la lucha por las seis horas, aún con la ley archivada en el próximo período. Reagrupó a los obreros ante la patronal, de cara a romper cualquier intento flexibilizador, de cara a las paritarias, de cara a la burocracia sindical. Los tres paros derrotaron a los que - incluso, "izquierdistas" - , se opusieron a la huelga en distintas fases de la lucha, que tuvo una expresión viva en una conferencia de prensa en la Casa de las Madres, donde Vilma Ripoll piloteó las advertencias planteando que el paro era "una maniobra de la burocracia".
Las seis horas de trabajo sin paros y movilizaciones obreras serían un trámite parlamentario sin destino. Lo ocurrido es una escuela de utilización de una banca parlamentaria como instrumento de la acción directa y política de la clase obrera contra el Estado y los monopolios.
De cara a la próxima asamblea general de Metrovías hay que precisar el balance para sortear los planteos derechistas de algunos "izquierdistas" que sugieren la ruta de la desindicalización en función de algún negociado mutual que aleja a los obreros de la ruta de la lucha de clase.
El saldo es que Metrovías es un sindicato dentro del sindicato. Que se unió a las grandes luchas de TDO y Libertador San Martín, reprimidas también por la policía. Que es una referencia para todas las líneas en lucha como la Río de la Plata y para todo el activismo clasista del gremio, como el de Salta y otras provincias. La formidable lucha de los obreros de Metrovías abrió un nuevo capítulo en la recuperación de las conquistas arrebatadas y en la expulsión de la burocracia sindical.


N.P.

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