Los trabajadores del subterráneo de las empresas llamadas “tercerizadas” se colocaron a la cabeza de la lucha contra la flexibilización laboral, al tomar medidas de acción directa por su reclamo de ser incorporados al convenio de UTA-Metrovías. Se trata de los trabajadores de control de molinetes (Fiel), de seguridad (Seguridad Metropolitana), socorristas y otras “empresas” menores que contratan personal para ventas en los quioscos, tendido de redes de telefonía y demás. Se sabe que son todas subsidiarias del mismo Grupo Roggio que controla Metrovías, la concesionaria privada de Subterráneos. Su incorporación a dicho convenio significaría la triplicación de sus sueldos y el cumplimiento de la jornada de 6 horas. Aspiración lograda anteriormente por trabajadores de “empresas”contratistas como CAF (mantenimiento) o Taym (limpieza).
Este método de “tercerizaciones” truchas es utilizado por todas las patronales del país para mantener una división de los trabajadores que laboran en una misma actividad, al figurar en diversas firmas, con distintos gremios y convenios. Pagando la mitad de los salarios de la empresa central —Metrovías en este caso— y jornadas más prolongadas. Y estafando además al fisco, ya que en los balances se cuadruplica el costo que efectivamente pagan por estos trabajadores.
Estos “tercerizados” del subterráneo vienen peleando desde hace meses por su pleno reconocimiento, se afiliaron a la UTA, desconocen a gremios como Seguridad o Uocra, se han movilizado mediante una coordinación de las diferentes “empresas” y también solidariamente con los trabajadores de Metrovías en sus conflictos.
Cuando el jueves pasado, luego de una jornada de paro y batucadas, cansados de ser ignorados, resolvieron cortar las vías en Miserere, la patronal y el gobierno creyeron llegada la oportunidad de liquidarlos. Calcularon que los trabajadores de Metrovías no los acompañarían y que podrían, de paso, a tres días de las elecciones, ganar los medios con la imagen de un gobierno “de orden”.
Calcularon mal. La represión fue brutal. La guardia de infantería de la Federal bajó al túnel, apaleó y gaseó a los huelguistas. Pero encontraron una resistencia tenaz. A pedradas, con barricadas y extinguidores de incendio, los trabajadores hicieron retroceder a los milicos. Pocos minutos después, las cinco líneas de subtes y los talleres se paralizaron. El Cuerpo de Delegados de Metrovías había resuelto el paro total en repudio a la represión y en solidaridad con los compañeros de las “tercerizadas”. Los trabajadores, ahora mezclados, de las “tercerizadas” y de Metrovías, ocuparon los andenes de Miserere, bajo el sitio de centenares de policías que se desplegaron en el primer nivel del subterráneo y en los alrededores de Plaza Once. Los conductores, guardas y boleteros permanecieron en paro en las cabeceras de líneas. Delegaciones de otros gremios, del movimiento estudiantil y partidos de izquierda se concentraron en Once y cortaron la avenida Rivadavia.
A esa altura, en el Ministerio de Trabajo se habían iniciado tratativas entre miembros del Cuerpo de Delegados de Metrovías, representantes de dicha empresa y la UTA. El reclamo: reincorporar a cinco trabajadores despedidos de una de las tercerizadas e integrar a todos al convenio UTA-Metrovías. Un reconocimiento, en los hechos, de la unidad de todos los trabajadores del subte frente a una sola patronal.
La trascendencia nacional de la represión en Miserere, el paro total del subterráneo y el extremo nerviosismo del gobierno ante el paso en falso cometido, creaban las condiciones para exigir una solución integral a los reclamos, bajo la amenaza de la continuidad del paro e inclusive de una huelga general de la UTA solidaria con los trabajadores reprimidos. Pero la burocracia sindical, como en la fábula del escorpión, actúa conforme a su naturaleza antiobrera. Sobre la base de la reincorporación de dos compañeros despedidos de Metrotel y el compromiso patronal de iniciar negociaciones sobre el encuadramiento convencional de las tercerizadas, la UTA extorsionó a los trabajadores. O se levantaba el paro o se retiraba de las negociaciones.
Llevada la posición a la asamblea de los huelguistas en Miserere, una primera votación de las “tercerizadas” rechazó la propuesta unánimemente y se pronunció por seguir el paro. Pero inmediatamente después, otra asamblea, esta vez común de “tercerizadas” y Metrovías, resolvió suspender el paro y que se inicien las tratativas, considerando que era un paso adelante haber quebrado la intransigencia patronal y con el compromiso de que si no se producían resultados positivos, se retomarían medidas de lucha.
Las tratativas, efectivamente, comenzaron el viernes, se reincorporó a dos despedidos y se considerarán los otros casos, que datan de meses atrás. Se fijaron plazos de una semana para una respuesta patronal sobre el encuadramiento de las “tercerizadas”
El punto clave de esta gran lucha contra uno de los aspectos más antiobreros de la flexibilidad patronal, es mantener la unidad lograda entre todos los trabajadores del subterráneo. En este sentido es fundamental que el Cuerpo de Delegados de Metrovías adhiera a la propuesta votada en el Taller Rancagua: ante cualquier represalia o represión a los compañeros de las tercerizadas, los trabajadores de Metrovías deben parar los subterráneos inmediatamente.
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