El ministro de Trabajo tuvo que reconocer las 6 horas para todo el personal de Metrovías. Esto significa, en los hechos, la derogación del acta firmada entre la patronal y la burocracia de la UTA, que establecía que los boleteros deberían cumplir una hora extra diaria “con carácter obligatorio” (acta-‘acuerdo’ firmada el 1º de abril); es decir, una jornada de 7 horas.
También dio marcha atrás con el punto que autorizaba a la patronal a instalar de inmediato máquinas expendedoras de boletos que reemplazan trabajo obrero. Se constituyó una “comisión para analizar el plan de inversiones, con el fin de mantener y renovar el material rodante garantizando la mejor prestación del transporte de pasajeros”, que analizará cuándo, cómo y con qué garantías se autorizará la instalación de las expendedoras.
Esta resolución surgió luego de que Carlos Pérez, delegado del taller Rancagua, denunciara en el Ministerio la precariedad del mantenimiento de los trenes, lo que pone en peligro la seguridad de trabajadores y pasajeros. La comisión tendrá un veedor elegido por los obreros.
Por supuesto que la clave de la victoria fue la reincorporación del centenar de compañeros despedidos y el levantamiento del pedido de desafuero a los delegados.
El Cuerpo de Delegados fue reconocido como representante de los trabajadores. En la negociación, el Cuerpo de Delegados estaba en una habitación y las delegaciones de la patronal y de la burocracia de UTA estaban en otra; el ministro mediaba entre ambos sectores.
Huelga en ascenso
La huelga se venía fortaleciendo sistemáticamente. Cada hora se integraban más trabajadores a los piquetes en las cabeceras para impedir la salida de los trenes. Se constituyeron comisiones de solidaridad con vecinos, piqueteros y estudiantes en cada una de las cinco cabeceras.
Los intentos patronales para quebrar la lucha fracasaron. Intentó desalojar los túneles ocupados por los obreros con la policía, montar provocaciones usando la bronca de los pasajeros, mover trenes por tramos cortos con jefes.
Todo esto fracasó por la firme resistencia obrera y el creciente apoyo popular. Entre los colectiveros, también afiliados a la UTA, hubo una fuerte corriente de simpatía hacia los huelguistas del subte. Cuando se preanunciaba el triunfo, los colectiveros que pasaban frente al Ministerio de Trabajo tocaban bocinazos de apoyo y festejo. Lo mismo ocurría en las cabeceras de las líneas de colectivos.
Derrota de la flexibilidad laboral
La huelga derrotó la política de flexibilización y precarización laboral de la nueva reforma laboral de Kirchner, sucesora de la Ley Banelco.
Tanto o más importante, la huelga derrotó el intento de la patronal y de la burocracia de quebrar al Cuerpo de Delegados, representación de los trabajadores del subte, que encabezó la lucha por la reconquista de las seis horas.
Se ha obtenido una gran victoria, tanto con respecto a las condiciones de trabajo, como a la defensa de la organización obrera.
Junto con las luchas de Santa Cruz, los municipales de la Capital, los trabajadores de Carrefour y, en otro plano, el enorme progreso de la Naranja en el gremio gráfico, la victoria de la huelga de Metrovías contra la patronal, la burocracia y el Estado, lograda con los métodos piqueteros de la huelga, la ocupación y el piquete, muestra que en el movimiento obrero se está abriendo una nueva etapa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario