No circuló una mosca, no digamos ya un tren, por las vías del subte. El parazo, que abarcó la jornada completa, colocó a la lucha por el reconocimiento sindical en el centro de la situación política y al Cuerpo de Delegados de Metrovías, objetivamente, como un eje de reagrupamiento de la vanguardia del movimiento obrero que lucha y rompe con los aparatos de la burocracia sindical.
El paro fue un progreso de la fuerza actuante de los trabajadores. Participaron activamente centenares de compañeros, ya no sólo de tráfico –el núcleo duro– sino de boleterías, auxiliares y los trabajadores de limpieza e instalaciones fijas de los turnos nocturnos. Con el apoyo activo de organizaciones solidarias, sindicales, estudiantiles y políticas, los andenes fueron cubiertos por centenares de huelguistas; por momentos no cabía un alfiler.
El paro fue un progreso de la fuerza actuante de los trabajadores. Participaron activamente centenares de compañeros, ya no sólo de tráfico –el núcleo duro– sino de boleterías, auxiliares y los trabajadores de limpieza e instalaciones fijas de los turnos nocturnos. Con el apoyo activo de organizaciones solidarias, sindicales, estudiantiles y políticas, los andenes fueron cubiertos por centenares de huelguistas; por momentos no cabía un alfiler.
Piquetes de trabajadores garantizaron en las estaciones que la empresa no moviera los trenes con personal jerárquico. Los intentos patronales en ese sentido fueron más intensos que en otros paros, para alimentar una campaña mediática, en el sentido de que la huelga es impuesta por un grupo minoritario que corta las vías. No se movió un tren.
Durante la prolongada jornada, permanentes asambleas evaluaban la marcha del paro y daban la palabra a los representantes de organizaciones solidarias presentes. No se recuerda, dicen, un paro tan importante desde las grandes luchas por la jornada de 6 horas, o por la incorporación de las tercerizadas a la empresa, triunfos que se impusieron con huelgas de tres y cuatro días.
Un elemento a destacar fue la ausencia física de la policía y de la patota, que esta vez no bajó a los túneles. En su lugar, se puso en marcha un operativo intimidatorio político legal muy fuerte y de alcance general. El Ministerio de Trabajo sacó una resolución declarando “servicio esencial” al subte, puntualmente para este conflicto, e intimó a la empresa a garantizar servicios mínimos de emergencia. La empresa envió miles de telegramas de advertencia a los huelguistas e inició acciones penales contra los trabajadores. Patronal y gobierno marcan la cancha con vista a los futuros acontecimientos, incluso para marcarle la cancha a un nuevo sindicato que se vieran obligados a inscribir. Por su parte, Metrovías absorbería el descuento del 1% de la UTA, una echada de lastre.
Pero el dato central del operativo lo colocó Moyano al salir al apoyo público a la burocracia de la UTA y al convocar a una marcha a Plaza de Mayo en defensa del modelo sindical vigente y contra el “clima social enrarecido de desestabilización” contra el gobierno K. Es evidente que la mira está apuntando a los luchadores del subte, a los de Kraft, y a todas las luchas obreras que, en todo el país, están marcando una tendencia al reagrupamiento clasista y antiburocrático en el movimiento obrero.
Sobre el cierre del paro, una reunión de delegados por línea hizo un balance y consideró la continuidad del movimiento. La mayoría de las posiciones se orientó a un nuevo paro por 48 horas la semana próxima y también se resolvió poner a consideración de las asambleas de líneas la convocatoria a una movilización con participación de todas las organizaciones que se identifican con esta lucha. Como nunca antes, en un claro efecto post Kraft, la simpatía obrera con las organizaciones estudiantiles y de izquierda fue total y en todas las líneas.
Al cerrar esta nota, las asambleas consideraban estas posiciones.
Una nutrida asamblea de la Línea B votó por un nuevo paro de 24 horas y la convocatoria a una movilización popular al día siguiente o en el anterior, para no abandonar el puesto de lucha nunca. Su deliberación fue una escuela política o, más bien, el reflejo de la escuela política que es todo el proceso del Subte. Los activistas fundamentaron la necesidad de ganar la calle poniéndose a la cabeza del vasto movimiento que encuentra en la causa del subte su propia causa por una nueva dirección en el movimiento obrero, como contrapartida de la marcha de la CGT. Minutos antes se habían retirado los delegados de Ecotrans y de otra línea de la UTA, todos los cuales con Kraft, con los movimientos antiburocráticos, con los estudiantes que hicieron el aguante, con la izquierda, conformarían un canal de masas. Un activista reflexionó sobre la CTA, a la que ve por momentos con “apoyos verbales que debería llevar a la práctica” y le reclamó al Cuerpo de Delegados poner los puntos sobre las íes ante los dirigentes de la CTA.
La conciencia de que esto se arranca con lucha, contra la voluntad del gobierno, es total. La profundización de la lucha está presente entre todos, nadie descarta que la Justicia resuelva a favor, y hasta el propio gobierno, pero al igual que con las seis horas, arrancando la conquista con la huelga.
Este debate sobre la extensión del conflicto y el llamado a una movilización obrera y popular es un fuerte signo de como la lucha del subte registra la evolución de la situación política y tiende a colocarse como alternativa al operativo K -moyanista de sofocación de las luchas obreras.
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