Apoyo a la lucha de los boleteros
El conflicto en las boleterías del subte, del que se valió Cristina Kirchner para atacar al sindicato de los trabajadores de Metrovías, se mantiene abierto. La empresa no inició la reconversión prometida de los aparatos cuyo uso provoca serias lesiones a los que los operan, con el resultado de que en una cantidad de boleterías la recarga no se realiza.
El reclamo, que lleva varios meses, se originó en la instalación por Metrovías del sistema de carga electrónica de tarjetas -Sube y Monedero- sin los estudios previos y medidas preventivas para evitar las lesiones propias de las "tareas manuales repetitivas, estereotipadas y sostenidas en el tiempo" (OIT, Listado de enfermedades profesionales). Falencias patronales fueron las responsables de lesiones traumáticas a numerosos trabajadores, que tuvieron que ser licenciados y sometidos a tratamientos médicos. El cuadro se vio agravado por el hecho de que se recargan tarjetas a pasajeros de otros transportes, ajenos al subte, lo que incrementó en varias veces el trabajo de los boleteros. Y porque la mayor tarea no está convencionada ni se paga como tal; esto desmintiendo los comunicados mendaces de Metrovías, agrandados por la ofensiva presidencial. Así las cosas, el reclamo, como corresponde, se extendió a la solicitud de más personal, recategorización y mayor descanso -los trabajadores del subte, a diferencia del resto de los gremios, tienen un solo franco semanal.
La demanda de los boleteros, ignorada durante meses de negociaciones, llegó a manifestarse en el paro del 100% de las boleterías de todas las líneas. El gobierno, que sintió cuestionado el sistema de boleto electrónico -a través del cual programan un tarifazo para todo el transporte-, montó un ataque político, incluida la ridiculización del reclamo obrero contra el trauma laboral en un discurso por cadena nacional.
Correspondía entonces, por parte del sindicato del subte, una respuesta a ese ataque y el apresto de la movilización de los trabajadores, en defensa de las reivindicaciones pendientes, que en temas como ingreso de personal, categorizaciones y francos, afecta a todos los sectores. En lugar de ello, en una reunión con la empresa y el ministerio (el gobierno), los representantes gremiales firmaron un acta donde se establece una "mesa técnica", "a fin de analizar alternativas con vistas a los temas susceptibles de tratamiento en el año 2012". Metrovías agregó como condición el "mantenimiento de la paz social". Esto es, a guardarse y patear todo para el año que viene. Al día siguiente un comunicado de la CTA Yasky, refrendado por su secretario gremial Marín, revelaba quién dio la letra. Decía que aceptaban la integración de una mesa técnica y que los trabajadores del subte no iban a producir medidas de acción directa -en total sintonía con gobierno y patronal, y atribuyéndose una representación que la base del subte les negó en su momento. El Frente de Izquierda del subte emitió una declaración y publicó un folleto rechazando los términos del ataque presidencial y fundamentando la defensa de la salud laboral de los trabajadores y el rechazo del tarifazo -cuya preparación fue reconocida por el secretario de Transporte Schiavi.
Además, el compromiso, no escrito, de la empresa, de comenzar a adecuar las máquinas de recarga para evitar lesiones, no se cumplió. Así, la medida que mantienen los boleteros "rebeldes" es, de lejos, el estandarte mayor de la defensa del sindicato y los reclamos de los trabajadores. No corresponde pedirles que "no se corten solos" y que esperen a nuevas reuniones "técnicas" -como se ha hecho desde sectores de la Comisión Directiva-, sino apoyar su lucha, convocando asambleas de línea y un inmediato plenario de delegados, que resuelva medidas concretas si las soluciones no aparecen.
S. V.
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