El conflicto del subterráneo se cerró con el despido del conductor Méndez, al que la empresa culpó del choque de trenes ocurrido en Palermo semanas atrás. El lunes 3 de mayo, un paro casi total por la reincorporación del compañero, impulsado por el activismo de base y votado en el cuerpo de delegados, amenazaba con extenderse por tiempo indeterminado. El contragolpe vino con 236 telegramas de despido de huelguistas y una conciliación ministerial, con los despedidos adentro, con excepción del conductor, que fue rápidamente aceptada por la burocracia.
Durante el período de conciliación un sector de delegados, ligados a la burocracia de UTA, hicieron una intensísima campaña por la aceptación de la propuesta patronal: la reincorporación de los despedidos, pero no del conductor Méndez, para el que ofrecía una indemnización superior a la de ley y un trabajo en otra empresa. Los telegramas fueron, quedaba claro, una medida de presión para imponer el primer despido, como reafirmación del ‘derecho’ patronal de despedir "sin causa".
Los delegados de la burocracia y de un sector que se reivindica de izquierda, protagonizaron un derrumbe político y moral completo, entregando a Méndez como chivo expiatorio de la responsabilidad patronal frente a la desastrosa situación en materia de seguridad en Metrovías.
Un triunfo completo, sin embargo, estaba al alcance de la mano. La empresa había reconocido públicamente que en el accidente no hubo errores humanos; la Comisión de Regulación del Transporte acababa de multar con 900 mil pesos a Metrovías por múltiples accidentes en el subterráneo y en el Ferrocarril Urquiza, de la misma concesionaria; las calles estaban cortadas y ocupadas por masas de estudiantes y el gobierno, en crisis, retrocedía.
Un golpe de gracia
En este punto la mayoría burocrática del cuerpo de delegados vino en auxilio de la patronal y le sacó las papas del fuego con una maniobra antiobrera. Contra la propuesta de asamblea general de los delegados combativos, impuso una votación por urna, en todas las líneas, medida favorable a la patronal; ya que la mera propuesta del voto secreto es una señal clara de que la conducción no está dispuesta a luchar.
Una cantidad de sectores reaccionó contra esta postura capituladora, mediante asambleas, pronunciamientos y comisiones de activistas que recorrieron las líneas en favor de la reincorporación sin excepciones. En el cuadro armado por la patronal y la burocracia en 20 días de conciliación, no lograron imponer la idea de defender a Méndez, saliendo de nuevo al paro, si fuera necesario. Aun en estas condiciones, el 22% de los compañeros rechazó la propuesta patronal.
No se trata de una derrota neta de los trabajadores. La patronal tuvo que emplear recursos extremos, amenaza de despidos masivos, conciliación ministerial, refuerzo policial, a la burocracia como parachoques, campaña de jefes y alcahuetes, indemnización extraordinaria. Demasiados cartuchos para despedir a un solo trabajador según la ley.
Por el lado obrero, la lucha por la reincorporación de Méndez dejó más y mejor organización del activismo, expresado en declaraciones de la Coordinadora de delegados y activistas. Nunca hubo un escrache tal de los delegados burocráticos, incluidos los orientados por el Mas, que fueron la vanguardia del bloque pro–patronal con el aporte de la consulta secreta por urna.
Esta ‘victoria a lo Pirro’ de la patronal, le va a traer más inconvenientes que ventajas. Hay que preparar a fondo la organización del activismo, para dar batalla contra las condiciones de inseguridad e insalubridad, por la jornada de 6 horas, contra el despido de guardas y boleteros, que está en la agenda patronal, y contra la tercerización de sectores. En ese camino hay que barrer del cuerpo de delegados a los elementos capituladores y alcahuetes.
Corresponsal
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