CRISIS DEL CAPITAL Y LA RECOMPOSICION DE LA CLASE OBRERA
Los trabajadores de Metrovías acaban de obtener un aumento, promedio, superior al 35%, que llega al 44%, también en promedio, cuando se incorpora el aumento de la remuneración por antigüedad. Con estas conquistas, ningún compañero ganará en Metrovías menos de mil pesos. El salario mínimo oficial es, sin embargo, de 450 pesos.
¿Representa el avance de la clase obrera en el subte una plataforma de los objetivos que se debería dar el conjunto del movimiento obrero?
Se trata de un interrogante fundamental que no puede recibir, sin embargo, sino una respuesta compleja.
La maduración no se puede esquivar
Es que en Metrovías ha culminado una lucha de varios años. Comenzó con la tenaz oposición al despido individual de compañeros –algo que aún hoy es corriente en las empresas y constituye, en cierto modo, el núcleo duro de la flexibilidad laboral. En el subte se pararon las líneas más de una vez contra los despidos arbitrarios. Otra lucha fundamental fue contra la eliminación de los guardas en la Línea B. En esto, como en impedir los despidos, se manifestó, en forma consciente o inconsciente, una lucha que es la más decisiva de todas: el control del lugar y de las condiciones de trabajo. Como consecuencia de este proceso de alcance estratégico vino luego la madre de todas las batallas: la lucha por la reducción de la jornada laboral, que comenzó como una lucha con características fuertemente políticas (de presión sistemática a la Legislatura). Las victorias y los retrocesos en esta lucha tuvieron su remate en la huelga de 2003 –cuando la reducción de la jornada fue impuesta en caliente. En el curso de todas estas luchas la burocracia sindical dio sistemáticamente la espalda a los trabajadores, obligando a los activistas a poner en pie una dirección propia.
Aunque no alcanzó la profundidad de Metrovías, se puede describir un proceso similar para Foetra Buenos Aires –también en torno a impedir despidos. La ocupación de oficinas y edificios, y las marchas y los escraches se han realizado desde hace bastante tiempo; por eso el resultado de la victoria de la reciente huelga telefónica bonaerenese.
Lo que Foetra y Metrovías tienen en común es que los trabajadores han arrebatado el control de los lugares de trabajo que las patronales habían conquistado bajo la dictadura, que perdieron apenas un poco bajo Alfonsín y que recuperaron brutalmente bajo el menemismo.
(Cuando se hace un balance del Argentinazo es fundamental poner sobre la balanza que la rebelión popular se combinó con una falta total de autonomía de la clase obrera en los lugares de trabajo. Lo que vivimos en la actualidad es una consecuencia indirecta de la rebelión popular, que ingresa a las plantas y oficinas a través de la crisis del Estado, de los gobiernos y de las relaciones sociales que dominaron antes de la bancarrota capitalista.)
Los ejemplos del subte y de los teléfonos son importantes en otro aspecto, porque ilustran la importancia que puede llegar a tener en la lucha obrera la circunstancia que está viviendo una rama de producción determinada. Por un lado, es cierto que el transporte subterráneo y la telefonía móvil se encuentran en expansión, lo que fortalece la posición de los obreros en el mercado de compra y venta de la fuerza de trabajo. Pero incluso más importante es la posición precaria en que han quedado esas privatizadas luego del derrumbe de sus contratos o concesiones como consecuencia de la bancarrota capitalista del 2001. La recomposición de las condiciones de rentabilidad que tenían en el pasado como consecuencia de esos acuerdos usurarios, plantea un fuerte choque social (tarifas) y fuerza al Estado a intervenir como árbitro (lo cual significa, a su vez, el desfalco del Tesoro público debido a los subsidios con que se apuntala ese arbitraje). Las huelgas generales en Foetra y en Metrovías son un ejemplo vivo de cómo se puede aprovechar la crisis de las viejas relaciones económicas capitalistas para hacer avanzar el interés y la causa de los trabajadores.
Otros sectores del movimiento obrero han pasado por procesos similares a los mencionados, pero son una minoría y no han alcanzado esa profundidad. Por ejemplo, los ferroviarios de algunos ramales y varias líneas de colectivos, en este caso con grandes luchas y también derrotas muy fuertes. En Rosario y en San Lorenzo (Santa Fe) está teniendo lugar una recomposición de fuerzas, lenta pero firme, en la industria y los servicios. La lucha de Parmalat, que tiene lugar en estos momentos, tiene mucho que ver con otras luchas previas en esta misma empresa y con otras relativamente recientes de la industria láctea (en todos estos casos se manifiesta lo ya dicho de la expansión de una rama de industria y la crisis de contratos). En las grandes empresas de la alimentación existe una situación inestable en los lugares de trabajo (despidos individuales y empresas tercerizadas en las plantas que conviven con una representación sindical de base). Los docentes, en especial, han vivido un proceso de mucha maduración en todo el país y este hecho se nota en sus nuevas direcciones y en los grandes combates que empeñan. Los docentes son los testigos concluyentes del completo fracaso de la CTA como dirección sindical –lo cual le niega cualquier futuro en mayor medida que la negativa del Estado a reconocerla en paridad legal con la CGT.
(Todos los sectores de la clase obrera que han vivido un proceso de maduración a través de un período de luchas, han estado ligados al movimiento piquetero, el cual ha influido enormemente en esa maduración. Lo prueba, simplemente, la declaración política leída en Plaza de Mayo el último 20 de diciembre y la lista de quienes la firman.)
Campaña salarial y control de los lugares de trabajo
No es posible, entonces, afirmar que la victoria de Metrovías ha creado por sí sola las condiciones para que el resto de la clase obrera pueda conseguir salarios mínimos de mil pesos o aumentos del 40-50%. Pretender tal cosa sería como lanzar un ultimátum al conjunto de los trabajadores. El resto del movimiento obrero debe pasar por el mismo proceso de maduración de Metrovías, nada le va a caer de regalo sin que participe activamente en arrancarlo; claro que no es necesario que le lleve la misma cantidad de tiempo. En este sentido, la reivindicación de 1.000 pesos de mínimo, por ocho horas de trabajo, y aumentos de convenio del cincuenta por ciento, son una buena línea como orientación. Las conquistas en Metrovías le han abierto una crisis a la burocracia de cara a sus propias bases. Bastaría una fuerte agitación con el planteo de: ¿por qué el subte sí y nosotros no? para poner esta crisis más cerca de la superficie. La burocracia ya se encuentra ‘operando’ para desarmar la bomba de tiempo que tiene bajo sus mullidos sillones.
En el marco de una gran campaña para reclamar los 1.000 de mínimo y aumentos del 50% es necesario, además, desarrollar en el conjunto de la clase obrera la maduración que vivió Metrovías, ahora con tiempos y ritmos diferentes. Todo se resume en lo siguiente: ¿cómo recuperar los sindicatos y los lugares y condiciones de trabajo? Para eso es importante pelearle a la burocracia su monopolio de las negociaciones colectivas y reclamar que los paritarios y representantes sean elegidos por los trabajadores. Con todo, esta reivindicación, a pesar de toda su fuerza, debe lidiar con la enorme atomización o desarticulación que existe en los lugares de trabajo (incluida una desindicalización enorme). Esta atomización le facilita a la burocracia la maniobra de presentarse como la representante ‘natural’ de los trabajadores. Tomados todos estos factores en consideración es incontestable que hay una situación favorable para pelear el control de los lugares y las condiciones de trabajo, articulando el reclamo del aumento y el mínimo salariales, de un lado, y la exigencia de que los trabajadores decidan las negociaciones colectivas, del otro, con la lucha contra las represalias patronales, las arbitrariedades, los despidos hormiga y las suspensiones, y en base a esta acción organizar grupos de activistas, tendencias, agrupaciones y movimientos de base. Hay que re-compactar todavía a la clase obrera como clase, por medio de la agitación y de la lucha.
La lucha de Metrovías desplegó un fuerte contenido a medida que se iba desarrollando el ataque político de la patronal y del Estado a través de los medios de comunicación. Los delegados aprovecharon la ofensiva del adversario para impulsar una agitación potencialmente revolucionaria, cuando empezaron a exigir la apertura de los libros de Metrovías, que se hiciera público el salario de los ejecutivos y, finalmente, la disposición de los obreros a asumir la gestión del subterráneo, ante las dificultades que esgrimía la patronal para manejarlo.
(No hace falta decir el papel que ha jugado en todo este planteamiento la experiencia de las fábricas ocupadas.)
Naturalmente, desde los despachos nacionales y populares se procura convertir esta tendencia de la clase obrera a su propio gobierno en una propuesta de cooptación y de cogestión en defensa de “los intereses nacionales”. Por esta vía, el propósito es integrar a los nuevos luchadores a la burocracia sindical (como ha venido ocurriendo con los ‘piqueteros’ oficiales o con las fábricas recuperadas que han sido convertidas en empresas tercerizadas de capitalistas proveedores o usuarios). Esto demuestra apenas que en todo avance están implícitas nuevas luchas y nuevas batallas. Con la diferencia de que se plantean en un peldaño más alto y que tienen mayor voltaje histórico.
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