La patota de la UTA firmó un cuidado aumento. Malo, pero polémico.
Incorpora los fijos, que se cobraban desde marzo, al básico –más los descuentos– haciendo un 13,65% en blanco. Además, un negro de 90 a 280 pesos, según la categoría. Y siete pesos al viático, también en negro, pasando de 11 pesos por día a 18. Todo retroactivo a marzo, fecha de inicio de la paritaria. Así, a los ponchazos, de negro en negro, se llega al 21% tan publicitado.
Esto no es el 25% reclamado por los trabajadores. No es todo en blanco, no contiene el reclamo histórico de 2% por año de antigüedad (sigue en el 1%).
De manera que, por un lado, se aprecia una apuesta fuerte de subsidios a la patronal de Metrovías por parte del gobierno para contener a un gremio que saldría a un plan de lucha ante un aumento miserable y en cuotas, tipo UOM. Pero, por otro lado, está lejos de lo que se hubiera discutido en una paritaria con los verdaderos representantes de los trabajadores, que son los compañeros del Cuerpo de Delegados del nuevo sindicato del subte.
Queda objetivamente planteada la necesidad de una paritaria complementaria, para atender las reivindicaciones de todos, especialmente de las categorías más bajas que son las más disconformes.
Al mismo tiempo, el no reconocimiento del nuevo sindicato por parte del Estado K está a punto de cumplir el primer añito.
Además, los atropellos en los sectores se tornan gravísimos: despidos encubiertos por el servicio médico que no autoriza la vuelta de compañeros enfermos, sanciones arbitrarias, accidentes de trabajo, persecuciones a delegados que toman licencias elementales para realizar sus tareas, ascensos a dedo para dividir a los compañeros.
Por las tres cosas –salario, reconocimiento y sanciones–, el subte vuelve a un paro de dos horas el jueves 10 setiembre. No faltan razones para impulsarlo y garantizarlo entre los compañeros.
Pero se retoma después de una oportunidad perdida. Porque hubo varias semanas desde la gran marcha al ministerio al grito de “aumento o te paramos la ciudad”. Este mismo plan de lucha, antes del acta, hubiera apuntado a disputarle a la UTA la discusión, a meter presión antes de que se firme, a instalar el reclamo del 25% al mismo tiempo de la gran huelga petrolera de Santa Cruz que lo impuso, a capturar a la opinión pública con una bandera sentida por todos ante la inflación reinante.
Hubo mandatos de líneas y talleres en el sentido de un plan de lucha antes de que la UTA firme, pero no hubo acuerdo de la mayoría del Cuerpo de Delegados.
La lucha, después del aumento, requiere una reorientación. La bronca contra la patota es muy grande. En las líneas, más allá de hacer cualquier cuenta, se pretende el reconocimiento de los delegados genuinos del nuevo sindicato.
Pero nunca, jamás, la lucha por el reconocimiento del nuevo sindicato se podrá despegar de la lucha por las reivindicaciones acuciantes. Porque la esencia misma de un sindicato es esa, la de organización actuante para defender a los trabajadores.
Incluso muchos delegados son reconocidos por la jefatura, mediante distintos subterfugios. Pero el sindicato de conjunto no es reconocido ni por el Estado ni por la patronal, ambos juegan a la patota de la UTA. No puede haber dudas después de un año y después de esta paritaria trucha con la UTA, amparada por Tomada.
Por fuerza potencial, debido a su capacidad de lucha, los obreros del subte han obtenido un aumento notablemente superior que, por ejemplo, el 16,5% en cuotas del neumático, adherido a la CTA, firmado sin lucha alguna. Es claro que la perspectiva del nuevo sindicato no está en el aparato muerto de la CTA, sino en pararse sobre sus propios hombros. La Agrupación Trabajadores de Metrovías ha discutido proponer un paro activo con marcha al ministerio y a la empresa como eslabón por el reconocimiento, la paritaria complementaria y el fin de los atropellos y sanciones.
Incorpora los fijos, que se cobraban desde marzo, al básico –más los descuentos– haciendo un 13,65% en blanco. Además, un negro de 90 a 280 pesos, según la categoría. Y siete pesos al viático, también en negro, pasando de 11 pesos por día a 18. Todo retroactivo a marzo, fecha de inicio de la paritaria. Así, a los ponchazos, de negro en negro, se llega al 21% tan publicitado.
Esto no es el 25% reclamado por los trabajadores. No es todo en blanco, no contiene el reclamo histórico de 2% por año de antigüedad (sigue en el 1%).
De manera que, por un lado, se aprecia una apuesta fuerte de subsidios a la patronal de Metrovías por parte del gobierno para contener a un gremio que saldría a un plan de lucha ante un aumento miserable y en cuotas, tipo UOM. Pero, por otro lado, está lejos de lo que se hubiera discutido en una paritaria con los verdaderos representantes de los trabajadores, que son los compañeros del Cuerpo de Delegados del nuevo sindicato del subte.
Queda objetivamente planteada la necesidad de una paritaria complementaria, para atender las reivindicaciones de todos, especialmente de las categorías más bajas que son las más disconformes.
Al mismo tiempo, el no reconocimiento del nuevo sindicato por parte del Estado K está a punto de cumplir el primer añito.
Además, los atropellos en los sectores se tornan gravísimos: despidos encubiertos por el servicio médico que no autoriza la vuelta de compañeros enfermos, sanciones arbitrarias, accidentes de trabajo, persecuciones a delegados que toman licencias elementales para realizar sus tareas, ascensos a dedo para dividir a los compañeros.
Por las tres cosas –salario, reconocimiento y sanciones–, el subte vuelve a un paro de dos horas el jueves 10 setiembre. No faltan razones para impulsarlo y garantizarlo entre los compañeros.
Pero se retoma después de una oportunidad perdida. Porque hubo varias semanas desde la gran marcha al ministerio al grito de “aumento o te paramos la ciudad”. Este mismo plan de lucha, antes del acta, hubiera apuntado a disputarle a la UTA la discusión, a meter presión antes de que se firme, a instalar el reclamo del 25% al mismo tiempo de la gran huelga petrolera de Santa Cruz que lo impuso, a capturar a la opinión pública con una bandera sentida por todos ante la inflación reinante.
Hubo mandatos de líneas y talleres en el sentido de un plan de lucha antes de que la UTA firme, pero no hubo acuerdo de la mayoría del Cuerpo de Delegados.
La lucha, después del aumento, requiere una reorientación. La bronca contra la patota es muy grande. En las líneas, más allá de hacer cualquier cuenta, se pretende el reconocimiento de los delegados genuinos del nuevo sindicato.
Pero nunca, jamás, la lucha por el reconocimiento del nuevo sindicato se podrá despegar de la lucha por las reivindicaciones acuciantes. Porque la esencia misma de un sindicato es esa, la de organización actuante para defender a los trabajadores.
Incluso muchos delegados son reconocidos por la jefatura, mediante distintos subterfugios. Pero el sindicato de conjunto no es reconocido ni por el Estado ni por la patronal, ambos juegan a la patota de la UTA. No puede haber dudas después de un año y después de esta paritaria trucha con la UTA, amparada por Tomada.
Por fuerza potencial, debido a su capacidad de lucha, los obreros del subte han obtenido un aumento notablemente superior que, por ejemplo, el 16,5% en cuotas del neumático, adherido a la CTA, firmado sin lucha alguna. Es claro que la perspectiva del nuevo sindicato no está en el aparato muerto de la CTA, sino en pararse sobre sus propios hombros. La Agrupación Trabajadores de Metrovías ha discutido proponer un paro activo con marcha al ministerio y a la empresa como eslabón por el reconocimiento, la paritaria complementaria y el fin de los atropellos y sanciones.
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