Horas antes del arbitraje en favor de Kraft, contra la huelga de los obreros de la alimentación, Tomada hizo declaraciones lapidarias contra el otorgamiento de la personería a la CTA. No es casual el encadenamiento, porque el arbitraje kirchnerista fue todavía más pro-Daer que pro-Kraft, puesto que le dejó al debilitado geronte de la alimentación la llave de todo el proceso sindical interno de la fábrica. Es decir que Tomada encarriló el conflicto de tal manera que, colaboración final del PCR mediante, todo se mantuviera en los carriles del sindicato de la alimentación. Una victoria terminante contra el burócrata podría haber abierto la ruta a una nueva organización sindical, tal cual están las cosas en un sindicato de la alimentación que Daer controla con los “boliches” y el fraude de los padrones. El arbitraje de Tomada devolvió al ex secretario de la CGT de los gordos un protagonismo presente y futuro que había perdido por completo en una fábrica cuyos votos para comisión interna son más que los votos de todo el sindicato con los que se impone Daer habitualmente. Aún cuando curiosamente la propia interna de Kraft y las otras de Pepsico y Stani no presentaron lista en el último turno electoral del STIA.
Para Tomada “no se puede tomar de un día para otro una resolución que cuestiona 60 años de modelo sindical”. Verdaderamente no se sabe si este hombre necesita un psicólogo o un especialista de Carta Abierta en cuestiones de “lenguaje”. Porque, precisamente, no hay otra cosa en discusión que una firma –de un minuto al otro–, en un trámite de 15 años de antigüedad, cuando la burocracia sindical peronista que dirige los sindicatos hace 60 años se cae de a pedazos envuelta en la corrupción, la fragmentación sin fin de ella y del PJ, y en enormes huelgas contra sus dirigentes.
Para el ministro, el reclamo de la “central alternativa”, como le gusta llamarse a sí misma la CTA, “está radicado en un expediente que tiene sus dificultades”. Seguramente tiene razón, si uno mira lobbistas como Zanola, que logró impunidad para autoelegirse cuando está por ir a la cárcel o nenes como Moyano, Belén, Barrionuevo o Venegas, no caben dudas de las dificultades. El punto es que todas las fracciones del decadente sindicalismo peronista están agarradas del Estado y de las prebendas de todo orden en punto al monopolio del ejercicio sindical.
Pero el problema de los problemas que ha exasperado hasta el desborde verbal al propio Yasky (“usan el fallo de la Corte de papel higiénico”) es que también para la CTA, en cualquiera de sus fracciones, más o menos kirchneristas, el lugar de la “central alternativa” se gana en los expedientes.
Ninguna de las fracciones de la CTA ha jugado papel alguno en la huelga de Kraft, más bien se han cuidado como de mearse en la cama de avalar sus “métodos” de huelga: ocupación de instalaciones, piquetes y cortes de ruta y, “vade retro”, de unidad con el movimiento estudiantil.
Para Yasky y De Gennaro “Tomada tiene que terminar con su doble discurso de libertad sindical en la OIT y de unicato sindical en la Argentina, ya superado por el fallo de la Corte de noviembre de 2008” (sitio web de la CTA). La esencia de estas llorosas declaraciones es que para la CTA el reconocimiento de la Central pasa por un cambio de frente de la burguesía, por convencer a sus políticos y jueces de que la libertad sindical es mejor a las “instituciones de la democracia” que las actuales mafias centralizadas. En criollo: que su central de “nuevo tipo” es más eficiente para “encauzar y contener el conflicto”.
Pero el problema es que Yasky ha batido récords de paros por abajo, contra sus topes salariales en los sindicatos de Ctera, y que ahora el propio Tomada se enfrenta a tener que arbritrar sobre un caso de fraude escandaloso contra uno de ellos: el Suteba La Plata, por parte justamente de los “transparentes” del centroizquierda sindical. Tampoco se deben olvidar el ministro y la UIA de la rebelión descomunal en Fate y el Sindicato del Neumático, nave insignia industrial de la CTA, que tuvieron que controlar con despidos y la misma infantería que Scioli envió a Kraft. O del dilatado conflicto de Paraná Metal, que hace poco desbordó cortando la Panamericana otra vez en la ceteísta UOM de Villa Constitución.
El punto a considerar tanto por el activismo del Subte que lucha por su propio sindicato, como por las nuevas direcciones como la de los compañeros del sindicato azucarero del Ingenio El Tabacal, surgida de una ocupación de planta o por los obreros telefónicos dirigidos por una asociación estratégica CGT-CTA cada día más kirchnerista y pro-empresas telefónicas, o por los compañeros de Atrana, el nuevo sindicato de Radio Nacional que lucha contra la patronal “audiovisual” kirchnerista, es que el reconocimiento de las nuevas direcciones del movimiento obrero como los cuerpos de delegados tipo Kraft y los nuevos sindicatos tipo Subte, pasa por un movimiento independiente de la clase obrera y no por ponerle pilas al expediente de la CTA.
Las grandes luchas de la etapa, como la de Kraft o los paros del Subte, han puesto a las burocracias de la CGT y la CTA en una misma vereda de domesticación del movimiento obrero. La lucha contra los despidos y por los salarios, la recuperación de los cuerpos de delegados y seccionales, la organización antipatronal en los lugares de trabajo y por el reconocimiento de las nuevas organizaciones sindicales, incluso de la personería de la CTA, pasa por la expulsión de la burocracia y la construcción de una nueva dirección en los sindicatos, clasista y asociada a la construcción de un partido político de la clase obrera.
Para Tomada “no se puede tomar de un día para otro una resolución que cuestiona 60 años de modelo sindical”. Verdaderamente no se sabe si este hombre necesita un psicólogo o un especialista de Carta Abierta en cuestiones de “lenguaje”. Porque, precisamente, no hay otra cosa en discusión que una firma –de un minuto al otro–, en un trámite de 15 años de antigüedad, cuando la burocracia sindical peronista que dirige los sindicatos hace 60 años se cae de a pedazos envuelta en la corrupción, la fragmentación sin fin de ella y del PJ, y en enormes huelgas contra sus dirigentes.
Para el ministro, el reclamo de la “central alternativa”, como le gusta llamarse a sí misma la CTA, “está radicado en un expediente que tiene sus dificultades”. Seguramente tiene razón, si uno mira lobbistas como Zanola, que logró impunidad para autoelegirse cuando está por ir a la cárcel o nenes como Moyano, Belén, Barrionuevo o Venegas, no caben dudas de las dificultades. El punto es que todas las fracciones del decadente sindicalismo peronista están agarradas del Estado y de las prebendas de todo orden en punto al monopolio del ejercicio sindical.
Pero el problema de los problemas que ha exasperado hasta el desborde verbal al propio Yasky (“usan el fallo de la Corte de papel higiénico”) es que también para la CTA, en cualquiera de sus fracciones, más o menos kirchneristas, el lugar de la “central alternativa” se gana en los expedientes.
Ninguna de las fracciones de la CTA ha jugado papel alguno en la huelga de Kraft, más bien se han cuidado como de mearse en la cama de avalar sus “métodos” de huelga: ocupación de instalaciones, piquetes y cortes de ruta y, “vade retro”, de unidad con el movimiento estudiantil.
Para Yasky y De Gennaro “Tomada tiene que terminar con su doble discurso de libertad sindical en la OIT y de unicato sindical en la Argentina, ya superado por el fallo de la Corte de noviembre de 2008” (sitio web de la CTA). La esencia de estas llorosas declaraciones es que para la CTA el reconocimiento de la Central pasa por un cambio de frente de la burguesía, por convencer a sus políticos y jueces de que la libertad sindical es mejor a las “instituciones de la democracia” que las actuales mafias centralizadas. En criollo: que su central de “nuevo tipo” es más eficiente para “encauzar y contener el conflicto”.
Pero el problema es que Yasky ha batido récords de paros por abajo, contra sus topes salariales en los sindicatos de Ctera, y que ahora el propio Tomada se enfrenta a tener que arbritrar sobre un caso de fraude escandaloso contra uno de ellos: el Suteba La Plata, por parte justamente de los “transparentes” del centroizquierda sindical. Tampoco se deben olvidar el ministro y la UIA de la rebelión descomunal en Fate y el Sindicato del Neumático, nave insignia industrial de la CTA, que tuvieron que controlar con despidos y la misma infantería que Scioli envió a Kraft. O del dilatado conflicto de Paraná Metal, que hace poco desbordó cortando la Panamericana otra vez en la ceteísta UOM de Villa Constitución.
El punto a considerar tanto por el activismo del Subte que lucha por su propio sindicato, como por las nuevas direcciones como la de los compañeros del sindicato azucarero del Ingenio El Tabacal, surgida de una ocupación de planta o por los obreros telefónicos dirigidos por una asociación estratégica CGT-CTA cada día más kirchnerista y pro-empresas telefónicas, o por los compañeros de Atrana, el nuevo sindicato de Radio Nacional que lucha contra la patronal “audiovisual” kirchnerista, es que el reconocimiento de las nuevas direcciones del movimiento obrero como los cuerpos de delegados tipo Kraft y los nuevos sindicatos tipo Subte, pasa por un movimiento independiente de la clase obrera y no por ponerle pilas al expediente de la CTA.
Las grandes luchas de la etapa, como la de Kraft o los paros del Subte, han puesto a las burocracias de la CGT y la CTA en una misma vereda de domesticación del movimiento obrero. La lucha contra los despidos y por los salarios, la recuperación de los cuerpos de delegados y seccionales, la organización antipatronal en los lugares de trabajo y por el reconocimiento de las nuevas organizaciones sindicales, incluso de la personería de la CTA, pasa por la expulsión de la burocracia y la construcción de una nueva dirección en los sindicatos, clasista y asociada a la construcción de un partido político de la clase obrera.
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